Esta mediodía me han invitado a comer en el Restaurante Indochine en Barcelona (C. Muntaner 82). Un festival para todos los sentidos. La decoración cuidada al más mínimo detalle. Vista: El impacto visual al entrar en el comedor te arrastra a las selvas tropicales. Un palafito central para los que prefieren una mesa más tradicional y mesas a nivel del suelo para los más aventureros. Más que a nivel del suelo es a nivel del agua, pues el suelo del local en grandes áreas es un estanque donde nadan carpas doradas y los comensales se hallan sentados en unos bancos que están a la misma altura del agua. La presentación de los platos es otro detalle visual que incita a disfrutar de la comida. Olfato: Amén de la exuberante vegetación que puebla el local, se perciben los olores de las esencias, raíces, flores,... que aromatizan los diferentes platos. Si la comida empieza a entrar por la vista si se cierran los ojos el lugar lo ocupa el olfato. Oído: Una suavísima música de fondo que parece no oírse envuelve con su melodía el proceso de la comida e incita a la conversación. Tacto: El agua alrededor, la mesa de granito y los bancos de madera pulida ofrecen un contraste nada más tomar asiento, y el hecho de que algunos de los platos se coman con la mano permite apreciar texturas que de otro modo pasarían por alto. Gusto: Tratándose de un restaurante dejo para el final el comentario sobre los sabores extraños al paladar habitual pero en ningún momento agresivos y siempre agradables. Para los que hemos tenido la fortuna de conocer países del área geográfica es un flash-back permanente. Muy recomendable (sobre todo si te invitan ;)
Desde mi mesa
Pato sobre hoja de magnolia aromatizado con 3 raíces
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