Una amiga, catedrática de Farmacología me acaba de enviar un correo con el contenido de la carta que se incluye a continuación, vale la pena dedicar unos minutos a leerla.
Carta de un investigador al rey Don Juan Carlos
Querido Juan Carlos,
Me llamo Alberto Sicilia, y soy investigador de física teórica en la Universidad Complutense de Madrid. Hasta el año pasado, enseñaba en la Universidad de Cambridge. Decidí regresar a España porque quería contribuir al avance científico de nuestro país.
A las pocas semanas de llegar, me llevé la primera alegría: Francisco
Camps obtenía un doctorado cum laude apenas 6 meses después de dimitir
como presidente de la Generalitat. Escribí dos cartas para felicitarle,
pero no me respondió. Paco debe estar muy ocupado. Quizás le contrató
Amancio Ortega para que diseñe la colección de trajes primavera-verano.
Abrí la segunda botella de champán al conocer los Presupuestos Generales
recién presentados. La inversión en ciencia se recorta en 600 millones de
euros. Imagínate que se nos ocurre apostar por la investigación y acabamos
ganando un Nobel: quebraríamos el orden geopolítico mundial. Hasta ahora,
los Nobel científicos son para británicos, alemanes, franceses o
americanos. Nosotros nos llevamos los Tours, los Rolland Garros y las
Champions League. Si empezásemos a ganar también en ciencia, ¿qué
consuelo
quedaría para David, Angela, Nicolas y Barack?
He sufrido la tercera y definitiva conmoción al saber de tu safari. Dicen
los periódicos que costó 37.000 euros, dos años de mi salario. Los que nos
dedicamos a la ciencia no lo hacemos por dinero. Al terminar nuestras
tesis doctorales en física teórica, algunos compañeros se fueron trabajar
para Goldman Sachs, JP Morgan o Google. Quienes continuamos investigando
lo hicimos por pasión. La ciencia es una de las aventuras más hermosas en
las que se ha embarcado la especie humana. Al regresar a España, entendí
que atravesábamos una situación económica complicada. Por eso acepté
trabajar con muchos menos recursos de los que ofrecía Cambridge y un
sueldo inferior al que ganaba cuando era estudiante de primer año de
doctorado en París.
Juancar, tengo que darte las gracias. Tu aventura en Botsuana me ha hecho
comprender, definitivamente, cómo es el país al que regresé.
Regresé a un país donde el Jefe del Estado se va a cazar elefantes
mientras cinco millones de personas no tienen empleo. Regresé a un país
donde el Jefe del Estado se opera de prótesis de cadera en una clínica
privada, mientras miles de compatriotas esperan meses para la misma
intervención. Regresé a un país donde el Jefe del Estado se va de
vacaciones en jet privado mientras se fulminan las ayudas a las personas
dependientes.
Que yo me marche a otro lugar para seguir mis investigaciones no será una
gran pérdida para España. No soy el Einstein de mi generación. Pero me
desespera pensar en algunos físicos de mi edad que son ya referentes
mundiales en las mejores universidades. Muchos de ellos soñaban con
regresar un día a España. Teníamos la oportunidad de cambiar, al fin, la
escuálida tradición científica de nuestro país. Nunca volverán.
Hemos convertido España en un gran coto de caza. Pero aquí no se persiguen
elefantes ni codornices, sino investigadores. Dentro de poco podremos
solicitar subvenciones a WWF por ser especie en extinción.
Permíteme terminar con otra cuestión que me turba. En África hay cientos
de jóvenes españoles trabajando como cooperantes en ONGs. Chicos y chicas
que viven lejos de sus familias porque quieren aliviar el sufrimiento
humano y construir un mundo más decente. Si tenías tantas ganas de viajar
a África, ¿porqué no fuiste a abrazar a esos muchachos y a recordarles lo
orgullosos que estamos de ellos?
Juancar, en tu último discurso de Navidad que te tiras un año preparando,
muy bien pensado afirmaste que “todos, sobre todo las personas con
responsabilidades públicas, tenemos el deber de observar un comportamiento
adecuado, un comportamiento ejemplar”. Y digo yo, si unos meses después ya
tenías planeado ir a cazar elefantes, ¿por qué no te callas?
Dr. Alberto Sicilia.
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