Una mañana indeterminada de un invierno indeterminado, Ramiro, hombre de palabras parcas pero con un contenido que encerraba una sabiduría pacientemente adquirida con el paso del tiempo, invitó a un grupo de mozalbetes barbilampiños que estábamos sentados al pie de la carretera arrojando piedras a un ejército de latas formado al otro linde de la misma a dar un paseo por el pinar que se extendía tras el pueblo. Los rayos del sol se filtraban entre el ramaje proporcionando una sensación de calidez al golpear la piel. Todo invitaba a aceptar una invitación que rompía la monotonía de la tarde de domingo. Así pues, caminando entre abrojos y ramas caídas el pequeño pelotón se internó en el bosque. Durante los primeros minutos sólo se oía el sonido de las ramas secas resquebrajarse bajo nuestro peso, pero con el tiempo el bosque se acostumbró a la presencia de los extraños y empezó a hablar con sus múltiples idiomas. No bien habíamos caminado media hora cuando Ramiro, nuestro guía, se detuvo en un claro. Nos mandó callar y levantó la cabeza mirando al cielo. Después de un breve silencio nos preguntó:
Además de los pájaros cantando, ¿Escucháis a otra cosa?
Paramos atención y tras unos segundos un aluvión de respuestas:
- El viento entre las ramas, dijo Julián.
- Hojas caer aventuró Marcos, el más sensible del grupo.
- Un grillo! exclamó Pedro
- A lo lejos, muy a lo lejos, el sonido de un carromato.
- Efectivamente, afirmó Ramiro, un carromato que está vacío ....
Nos giramos hacia Ramiro y al unísono todos le preguntamos:
¿Un carromato vacío? ¿Cómo sabes que está vacío, si no lo has visto?¿Por qué estás tan seguro?
Guardad esta experiencia, dijo Ramiro, es muy fácil saber si una carreta está vacía o repleta de cargamento por el ruido que esta hace. Cuanto más vacía está la carreta, mayor es el ruido que hace. Por eso aquí, tan lejos como estamos del camino podemos oírla.
Pasaron los años y dejamos de visitar el pueblo. Nos contaron que Ramiro murió una primavera en la cual los cerezos reventaron de flores vencidos. Todos crecimos, canas y barbas ya nos acompañan y aún hoy recuerdo la lección de Ramiro. Así cuando veo a una persona hablando a gritos, chillando para intimidar, tratando a los demás con inadecuado decoro, arrogante, interrumpiendo la conversación de los demás, queriendo demostrar es él quien posee la razón y la verdad absoluta, me parece oír la voz de Ramiro diciendo:
Cuanto más vacía está la carreta,... más ruido produce al intentar avanzar ...
Modificado del original en portugués.
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Hace 3 años
sem dúvida....sem dúvida....
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