Desde allí y tomando todo recto la avenida se alcanza la Plaça Saldanha. Es un paseo agradable a la sombra de los árboles y viendo vetustas casas
Desde allí tomando la avenida Fontes Pereira de Melo todo recto se alcanza la Plaça Marquês de Pombal. Por el camino nos encontramos con pequeñas sorpresas como una parada de metro que parece sacada de París, una maternidad de principios del siglo pasado, una casa modernista y un edificio abandonado al cual artistas anónimos han cubierto con una pintura mural.
A lo largo de la avenida hay una serie de edificios abandonados como el de la foto todos ellos convertidos en gigantescos cuadros reivindicativos. (más graffitis de Lisboa en The Graffiti Hunter)
Al acabar la avenida Fontes Pereira de Melo nos topamos con la Plaça Marquês de Pombal. Una rotonda que tiene a los automovilistas atacados de los nervios.
De allí, girando a la izquierda tomé la Avenida de Liberdade rumbo a la Praça do Comercio. La avenida da Liberdade es una vía amplia y lujosa. Tiendas de las marcas más prestigiosas se encuentran a lado y lado de la misma, pero vale la pena enfocar también la mirada al suelo donde hay auténticas orfebrerías en piedra.
Casi al inicio de la misma (para quien viene desde el Tajo o al final si se hace el trayecto como yo) en la Praça dos Restauradores se encuentran dos joyas arquitectónicas. La Estación Central con un diseño que recuerda al gótico manuelino y el Teatro Eden en el más puro Art Decó.
De allí a Praça Dom Pedro IV donde se encuentra en el extremo norte de la misma el Teatro Nacional Dona Maria II
Y mirando hacia el Tajo al contraluz se corta la estatua de Dom Pedro IV y el Elevador de Santa Just
Sigo caminando y por la Rua de Dom Antão de Almada me adentro en la Praça da Figueira donde me encuentro con una feria de productos artesanos de Portugal (aprovecho para comprar Pasteis de Tentugal y Queixo da Serra da Estrella). Y saliendo de la feria levanto la vista hacia o Castelo de São Jorge y descubro una luna inmensa naciendo por las almenas.
Es hora de volver. Un paseo que en grupo permite saborear infinidad de pequeños detalles y solitario, como fue mi caso, es también un viaje al interior y permite profundizar en el conocimiento de uno mismo.
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