Una obra de solemnidad impresionante, reflexiva, de poner la sensibilidad a flor de piel. Hace vibrar los sentidos y sensibilidades. Gavin Bryars nos coloca a bordo y nos hace percibir el fin de un modo paulatino pero inevitable. Y para quitar un poco de "profundidad" al post, la otra cara del hundimiento del Titanic visto desde el iceberg
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