Salamanca. 05.35 horas de la madrugada del 9 de diciembre de 2016. Dos agentes se personan en el número 5 de la carretera de Ledesma ante la llamada de una vecina que requiere la presencia de la Policía a cuenta de unos incesantes y molestos ruidos. Ya en la vivienda de la demandante, los guardias sacan el sonómetro y lo dirigen hacia el techo con el objeto de medir la fuente del citado ruido. A uno se le escapa una sonrisa. El sonido es rítmico, reiterado en el tiempo, con una cadencia apenas invariable y que sobrepasa en dos decibelios el máximo permitido. Los policías firman el informe especificando el suceso que motiva la perturbación sonora que quebranta el descanso de los habitantes del inmueble: “Ruido de cama”. “Por no poner que estaban f... como locos”, amplía María Luisa, sufridora del gozo de los inquilinos del piso adyacente. El éxtasis de Julia, la apasionada vecina, es el calvario de María Luisa. Y de José, y de Laura, y de Flori...
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El Español
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