Llevo un par de horas dándole vueltas a un comentario que acabo de leer en "El Pais" acerca de una noticia publicada en el "Daily Mail"sobre una chica chica de 17 años que ha pasado los últimos 15 de su vida comiendo casi en exclusividad nuggets de pollo. Vamos de la lactancia materna al nugget sin pasar por las papillas de cereales Nestle. Con el gracejo habitual que para estas cosas tiene la prensa británica suministran datos del menú diario de Stacey (que así se llama la voraz y compulsiva consumidora de nuggets) al detalle. La alegre consumidora mantenía una dieta que incluía nuggets del McDonald’s, del KFC o del supermercado, equilibrados con alguna tostada en el desayuno y ocasionales bolsas de patatas fritas. “Me gustaban tanto que era lo único que podía comer”, ha declarado la joven nuggetnomana a los tabloides, para los que se ha fotografiado ingiriendo alegremente su droga antes de acabar en el hospital con una anemia de caballo (o mejor en este caso de pollo) y una glositis sangrante. La madre de la criatura asegura en los reportajes que le han hecho que se le rompía el corazón “viéndola comer esos malditos nuggets” . Al igual que el comentarista de "El País" soy de la opinión que una buena madre no se pasa 15 años viendo a su hija alimentarse de desechos de pollo triturados, rebozados y fritos hasta que le da un telerele. Alguna culpa tendrá también!
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