Aeropuerto de Barcelona 18:40. Un poco de retraso en la salida legada a Lisboa sobre las 20:10 hora local. Me espera en el aeropuerto un auténtico comité de bienvenida. Demasiados halagos y honores para un tierno lechoncillo. Sin pasar por el hotel, o lo que viene a ser lo mismo, carreteando la maleta me llevan de volandas al restaurante. Cena con espectáculo en la Casa do Alentejo. Lugar curioso que vale la pena visitar en el centro histórico de Lisboa, cerca del teatro y de la estación de ferrocarriles. Tras la puerta se abre un atrio que recuerda las casas romanas, por unas escaleras que parecen sacadas de la Alhambra se llega a una sala versallesca. Tanto cambio de estilos pudiera parecer al leerlo como un pastiche, pero curiosamente todo guarda armonía (tal vez fuera por el hambre que así me lo pareceríera). Una vez dentro del comedor multitud de conocidos y multitud de abrazos y besos. La comida extrañamente floja para lo que suele ser habitual en Portugal pero el show estuvo divertido evocando a una emisora de radio de los años 50. Luego al hotel y a preparar la charla del sábado por la mañana.
La mesa en la que participaba empezaba a las 9:00 de la mañana (cansancio). Tras las charlas, y sin esperar al final de la reunión, el grupo entero nos fuimos a dar una vuelta por el barrio de Belem. No hubo tiempo de visitar ningún monumento solo pasear por las márgenes del río y ver el Padrão dos descobrimentos y alguna cosa más antes de ir a comprar los imprescindibles pasteles de Belem.
Y mientras paseábamos por las márgenes una embarcación sacada de otra época cruzaba el Tajo
Entre el Padrão y la Torre de Belem. Y casi sin tiempo de decir adiós a la ciudad corriendo al restaurante para comer con nuestros anfitriones y desde allí mismo al aeropuerto.
Lisboa 16:30 esperando pista. En total menos de 24 horas, una charla, varias conversaciones, muchas risas, saludos, abrazos, besos, sentimientos. Y ganas de regresar con más tiempo para poder compartirlo sin tanta prisa con los amigos.
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