Era un verano caluroso, un verano típicamente mediterráneo cuando decidimos pasar las vacaciones en una casa de pueblo cerca de la gran ciudad. El jardín era espacioso y en el centro del mismo entre una magnolia hercúlea y un árbol de Júpiter un pequeño estanque con peces regalaba frescor y tranquilidad.
Entre las piedras nadaban carpas y kois que engordaban y crecían día a día. El verano pasaba y lo inicialmente se planteó como unas vacaciones acabó convirtiéndose en una estancia permanente. Cada día pequeñas cosas en el jardín y en el interior del hogar nos entretenían y ligaban más a la casa y al pueblo. Y mientras en el estanque los peces crecían. El calor del verano tocaba a su fin y el otoño llamaba a las puertas. Del árbol de Júpiter fueron cayendo las flores y las hojas y en el estanque los peces nadaban.
El césped amarilleaba y en estanque los peces faltaban ¿Qué habrá pasado? la gente se preguntaba. (licencia poética en este cuento-historia cierto). Buscando culpables y descartando sospechosos repoblamos el estanque con nuevos peces ¿Habrá sido un gato? improbable pues es profundo y aunque con frecuencia se aproximan a beber no alcanzan a los peces en el fondo ¿Habrán sido niños a jugar? Difícil de aceptar ¿Tal vez un adulto que conoce de los Koi el valor? Y quién se atrevería en una casa ajena entrar para solo unos peces llevar?
Y el otoño pasó y el invierno llegó, los nuevos inquilinos del estanque habían vuelto a crecer y una vez más cuando estaban suficientemente grandes y lustrosos volvieron a empezar a desaparecer. Misterio y razonable cabreo. Hasta que ayer descubrimos al culpable con los pies en la masa (digo en el agua) y esta mañana lo hemos vuelto a "cazar" sobre una atalaya arbórea vigilando el estanque. Una garza real que está tan cómoda en el Masnou que no tiene prisa por ir a África a pasar el invierno. Cosas de vivir fuera de la ciudad.
Entre las piedras nadaban carpas y kois que engordaban y crecían día a día. El verano pasaba y lo inicialmente se planteó como unas vacaciones acabó convirtiéndose en una estancia permanente. Cada día pequeñas cosas en el jardín y en el interior del hogar nos entretenían y ligaban más a la casa y al pueblo. Y mientras en el estanque los peces crecían. El calor del verano tocaba a su fin y el otoño llamaba a las puertas. Del árbol de Júpiter fueron cayendo las flores y las hojas y en el estanque los peces nadaban.
El césped amarilleaba y en estanque los peces faltaban ¿Qué habrá pasado? la gente se preguntaba. (licencia poética en este cuento-historia cierto). Buscando culpables y descartando sospechosos repoblamos el estanque con nuevos peces ¿Habrá sido un gato? improbable pues es profundo y aunque con frecuencia se aproximan a beber no alcanzan a los peces en el fondo ¿Habrán sido niños a jugar? Difícil de aceptar ¿Tal vez un adulto que conoce de los Koi el valor? Y quién se atrevería en una casa ajena entrar para solo unos peces llevar?
Y el otoño pasó y el invierno llegó, los nuevos inquilinos del estanque habían vuelto a crecer y una vez más cuando estaban suficientemente grandes y lustrosos volvieron a empezar a desaparecer. Misterio y razonable cabreo. Hasta que ayer descubrimos al culpable con los pies en la masa (digo en el agua) y esta mañana lo hemos vuelto a "cazar" sobre una atalaya arbórea vigilando el estanque. Una garza real que está tan cómoda en el Masnou que no tiene prisa por ir a África a pasar el invierno. Cosas de vivir fuera de la ciudad.
No me extraña. En vuestra casa se goza de paz, buena mesa y excelente compañia. Yo, si fuera garza, tampoco me movería y disfrutaria todo el invierno de tan excelente mesa...digo estanque :)
ResponderEliminarEncaixades,