Dice la leyenda que un rico viudo indiano quería para su hija el mejor pretendiente. Recién instalado en su tierra se le acercaba multitud de pretendientes y el iba rechazando aquellos que solo venían por su dinero que tanto le había costado ganar. Su hija sabia que su padre iba a intervenir en la elección de su futuro marido, así que le dijo que elegiría a un pretendiente de los tres candidatos que eligiese su padre, siempre que fuese uno rico, otro sabio y el último alegre. Su padre acepto el reto pensando que elegiría alguno de los dos primeros. El pretendiente rico claro que le iba a dar bienes, viajes y palacios, y por su posición le daría una vida despreocupada. El sabio le daría su amplia sabiduría y por él podría estar con premios nobeles, tener fama literaria y prestigio social. Y cuando llegó al alegre, este simplemente le dijo que el no le daría ni dinero ni sabiduría, solo que estaba seguro que podría construir entre los dos una familia normal y alegre. El padre que tenía duda entre los dos primeros le dijo ¿Cuál elegís?, y la hija le respondió el alegre “Porque es el único que ha hablado de nosotros y no desde el yo, e igual que tu padre el puede llegar a ser rico habiendo sido pobre, a ser sabio habiendo sido inculto, pero nunca yo podría ser feliz con alguien que no apostara por mi como persona. Y la boda fue con el pretendiente discreto”
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