Tras leer el post del Seppuku he recibido un correo con la siguiente información para compartir. Se basa en un texto de Rómulo Lander para una Revista de Psicoanálisis
(Publicado en Tropikos. Revista de Psicoanálisis. Año VII. v. 1. 1999).
El sujeto que en su acto suicida radical muere por sus ideales. No espera recibir méritos. Se trata de sujetos de una alta sensibilidad, muy identificados con los más altos ideales personales, de patria y amor a la humanidad y que en su impotencia e inconformidad con el absurdo y lo deshonesto del fenómeno social, optan por una declaración radical, que afirman con su propia muerte. En esta situación hay un acto con sujeto. Yo me pregunto si al final estos héroes son oídos. ¿y por quién? ¿a quién va dirigido su alegato?
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De forma clara digo que respeto el derecho a vivir y a morir de cualquier persona. El acto suicida absurdo tiene la ética del desquite y la venganza. El acto suicida heroico tiene la ética del morir por un ideal y la estética del saberlo hacer. Cuando Mishima en forma muy pensada decide hacer una declaración final sobre su inconformidad radical con la sociedad moderna del Japón y procede a realizar el acto suicida en la forma honrosa tradicional japonesa, podría no estar sufriendo de un estado depresivo, sino ejerciendo el derecho a expresar y afirmar sus ideales de patria, hasta el límite de su muerte. Al igual que el monje Budista que se inmola en una bola de fuego en Saigón (Vietnam, 1967), para hacer una declaración final y dramática, de acuerdo a sus propios ideales religiosos y de patria. No estoy diciendo que estoy de acuerdo o en desacuerdo con ninguna de esas declaraciones.
Aquí es inevitable precisar los límites entre el patriota/heroico y el fanático/patológico. Los límites entre uno y otro son muy delgados. Yo prefiero discriminar uno de otro, en base al acto y no a la motivación inconsciente...
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