viernes, 21 de octubre de 2011

Juanito y su gorrito

Esta mañana he concluido una maratón de conferencias y al acabar me he encontrado con la agradable sorpresa de ver entre el público a una antigua becaria de mi unidad. Me había venido a buscar para ir a comer juntos con su esposo, un traumatólogo de prestigio en Caracas. Una mañana de lo más agradable. Un éxito en las charlar, muchas preguntas, un montón de peticiones e invitaciones para futuros congresos y muchos amigos. Luego una comida agradabilísima con Juan Pablo y Fabiola y de regreso al hotel para esperar el transporte al aeropuerto. El día corría bien y el transito excepcionalmente era fluido hasta el aeropuerto. Llego, facturo, y primera sorpresa. Hay que abonar una tasa de salida. Por aquellas cosas había hecho una pequeña provisión de bolívares por si volvía tener algo de moneda del país para el primer momento, así que esta previsión me evitó haber de ir a un banco en el aeropuerto para cambiar. Tras salir de pagar las tasas me aborda un simpático señor de unos 65 años alertándome que no llevo el formulario de inmigración y cuando regreso al mostrador de Iberia a solicitarlo me doy cuenta que lo tengo detrás. A él y a la famosa mosca de atrás de la oreja. Con el formulario en mano me dirijo a un mostrador a rellenarlo y el solicito camarada sigue a mi vera atosigando amablemente. Me acompaña hasta los tornos de entrada al control de policía y me comenta que hay una gran cola para pasar el control y él llama por teléfono, no se sabe a quien, da una descripción de mi físico y mi vestimenta y me indica que a la entrada me esperara una muchacha que me permitirá saltarme la cola del control policial y aduanero. Que sea generoso con ella y le facilite 50€.

Haciendo acopio de paciencia le explico que mi vuelo salía a las 6 y eran las 3 no había prisa ni necesidad de molestar al resto de la gente que estaba pacientemente esperando su turno primero para el chequeo de equipaje y luego para sellar el pasaporte. Y si la hubiera lo que haría sería pedir a la gente que me dejara pasar, pero que no aprobaba este tipo de acción.

La cola efectivamente era enorme y será casualidad o no cuando me pongo en la fila se me aproxima Juanito con su gorrito de policía calado y empieza a interrogarme sobre los motivos de mi viaje, profesión, cuanto dinero llevaba,en que hotel me hospedé y si tenía alguna factura del mismo... Yo pensaba querrá asegurarse de que no he estado con su mujer? pero me guardé mucho de hacerle un comentario en este sentido vista la poca capacidad de ironía que tradicionalmente ha demostrado este tipo de policía. Me pide que saque la lengua (?) evidentemente se la saco con gusto y le aclaro que acabo de tomarme un expreso riquísimo en Caracas. Me retiene mi pasaporte y me indica que haga la cola que él me lo guarda. El caso es que me hace esperar hasta alcanzar el control, paso por el escaner de equipajes, me chequean, y como era de esperar nada. No contento Juanito le pasa mi pasaporte a otro agente con cara más perspicaz aún y me repite las mismas preguntas (en este caso omitió la del hotel, estaría más seguro de su mujer supongo) y me lleva a un apartado para hacerme pasar por un scaner corporal. Venga dosis extra de radición. Pienso que habrán quedado sorprendidos pues llevo tres días sin ir al lavabo! Al final me hacen firmar un documento conforme ha salido negativa la exploración. Me quedo mirando a la agente responsable del garito de revisión y ella me pregunta ¿qué? Pues que tal vez una excusa no estaría de más. Pero por respuesta me indica que me vaya a la cola a sellar el pasaporte. Tres cuartos de hora después y antes de llegar mi turno un par de personas cruzan todo el control de equipajes y de sellado de pasaporte, se cuelan por detrás del mostrador y son atendidos en el control de pasaporte. Los dos viajeros iban acompañado por una señorita, tal vez la que me había de acompañar a mi? y se cuelan delante de las narices de todos los que llevábamos ya esperando entre una cosa y otra más de una hora. Evidentemente los comentarios del respetable sobre la corrupción del país no tardaron en aflorar. Me abstuve de comentar que a mí me habían ofrecido lo mismo y también lo que me había ocurrido a continuación. El ambiente estaba muy caldeado como para iniciar una revolución en la sala de espera. Casi una hora después de haber descendido del taxi en la puerta del aeropuerto estoy en la sala de Iberia escribiendo el post y esperando el avión para Madrid primero y Barcelona después. Home sweet home. Y miestras escribo pienso, no habría valido la pena pagar esos 50€. Pero a seguir pienso, no, seguro que no y estoy seguro de haber obrado bien.

2 comentarios:

  1. Viva Venezuelaaaa ....mordida, claro :))

    ResponderEliminar
  2. Saps el que més em va cabrejar, la mala educació. Que et tractin com un delicuent, sabent d'abantmà que no ho ets, i que després no es molestin ni a disculpar-se

    ResponderEliminar